Este tema es relevante sobre todo porque ha sido tratado de manera dogmatica, con parametros repetitivos y nada rigurosos, se requiere un tratamiento actual, cientifico y que realmente responda a un analisis serio de nuestra realidad. En ese sentido, es que les adjunto articulos sobre el tema de Jaime De Althaus, Sinesio López y tercia en este debate Martin Tanaka, 3 intelectuales muy bien preparados y sobre todo Sinesio Lopez muestra su calidad de maestro. Ademas agrego un video con los comentarios de Julio Cotler sobre el libro de Althaus.
La revolución capitalista en el Perú
Autor: Jaime De Althaus
“Escrita en un lenguaje perfectamente asequible y con un estilo elocuente, fluido y analítico, esta obra es una gran síntesis de los cambios institucionales y estructurales ocurridos en el Perú desde 1990, dentro de un marco interpretativo original y renovador. Polemiza con los mitos acerca del impacto del mercado y la globalización, y demuestra cómo las reformas redujeron la desigualdad social y regional y democratizaron la propiedad y el capital. Esta es una obra vital en el debate político-económico de hoy en América Latina. Este libro aporta nuevas luces a ese debate, porque encuentra relaciones y efectos antes no señalados en los procesos nacionales de modernización de mercado “
Hernando de Soto
“La revolución capitalista en el Perú es una excelente obra de investigación, reportaje y análisis, de un observador privilegiado de la realidad peruana. De Althaus ha escrito un libro que permanecerá vigente por muchos años”
Andrés Oppenheimer
“Jaime de Althaus ha escrito un libro magnífico y sorprendente sobre el Perú. En él exhibe y defiende una visión razonadamente optimista del despegue económico que experimenta su país. En la obra que debiera ser lectura obligada en todas universidades demuestra que la libertad económica, el mercado, el capital y las ideas modernas de una parte sustancial de la sociedad van logrando algo que, de prolongase, acabará por ser conocido como el milagro peruano”
Carlos Alberto Montaner
Economía y política
Vie, 25/09/2009 - 21:12
Por: Sinesio López Jiménez
Estamos discutiendo sobre un moribundo y su destino: el capitalismo salvaje. Jaime Althaus cree que no está moribundo ni es salvaje. Lo piensa más bien como un dechado de virtudes: eficiente, distributivo (equitativo), inclusivo, democrático. Yo pienso todo lo contrario. Sostengo que la crisis actual lo ha herido de muerte y que hay que enterrarlo sin honores. Será sustituido, espero, por un socialismo democrático en el largo plazo y en el ínterin, al menos, por un capitalismo democrático. Sostengo que el capitalismo salvaje ya no es viable, no sólo porque se ha hundido con la crisis internacional que hoy vivimos, sino también porque las condiciones políticas que permitieron su emergencia y su vigencia han cambiado drásticamente en el Perú y en A. Latina. El modelo neoliberal, como todo modelo de desarrollo, no es sólo un asunto técnico-económico sino también político. Requiere ciertas condiciones políticas que le permitan instaurarse y funcionar. Una primera condición es una crisis profunda del viejo modelo populista, sentida incluso en la piel y en los estómagos de la gente que exigió su cambio a gritos. De eso se encargó el desastroso primer gobierno de García. Una segunda condición es la derrota de la antigua coalición social y política que sostenía ese viejo modelo que ya no tenía quien lo defienda. Ni organismos empresariales, ni sindicatos, ni partidos políticos salieron en su defensa. Todos estaban en la lona: derrotados. De eso también se encargaron García, Guzmán y el mismo Fujimori. Una tercera condición es una nueva coalición social y política que lo impulse y lo imponga si es necesario, tal como sucedió en la mayoría de países de AL. Esa coalición estuvo integrada, en el caso peruano, por los organismos financieros internacionales, los inversionistas extranjeros y la burguesía local. Se fortaleció, luego del golpe de Fujimori, con la cúpula militar y también con los sectores conservadores de la Iglesia. Una cuarta condición es la existencia de un equipo tecno-político que despliega ciertos modelos de decisión, de gerencia y de gestión que ayuden a darle viabilidad: concentración del poder en la cúpula, gobierno por sorpresa (decretos de urgencia), hiperactivismo legislativo del Ejecutivo y aplicación autoritaria de las políticas públicas. Una quinta condición es la existencia de una correlación internacional de fuerzas que le den al modelo económico largo aliento y amplios horizontes. ¿Qué ha pasado con el capitalismo salvaje?. ¿Se mantienen aún las condiciones que lo hicieron viable? Mi hipótesis es que esa forma de capitalismo ya no es viable como modelo de desarrollo, no sólo por la profunda crisis actual que casi lo ha enterrado, sino también porque las condiciones que le dieron origen y que permitieron su pervivencia han cambiado. En primer lugar, las estadísticas de esa crisis son incuestionables. Sólo falta que ella llegue agresiva y masivamente a la conciencia y a los puños de la gente. Que sea intolerable y rechazado por todos. En segundo lugar, la coalición que sostenía que el modelo se ha debilitado y resquebrajado y, a medida que la crisis se profundice y aparezcan otras opciones, sufrirá nuevas grietas. En tercer lugar, han emergido y van a seguir surgiendo nuevas propuestas para sustituir el modelo en AL y en el mundo. En cuarto lugar, la correlación internacional de fuerzas ya no apuesta al capitalismo salvaje luego de las recientes experiencias traumáticas de la crisis internacional del capitalismo. Pese a estos cambios en las condiciones de funcionamiento del capitalismo salvaje, García insiste en mantenerlo. ¿Cómo? Mi hipótesis es que un modelo económico agotado, cuestionado, políticamente inviable sólo puede ser mantenido apelando a la fuerza. Si la política falla en defensa de la economía, entonces es la hora de las armas. Esa es la tesis de García y sus aliados.
El paraíso de Jaime
Vie, 09/10/2009 - 20:46
Por: Sinesio López Jiménez
Para que nuestra discusión no sea un diálogo de sordos, Jaime, pongámosle un cierto orden. De ese modo podemos entendernos nosotros mismos y nos pueden entender nuestros lectores (si los tenemos). Creo que es necesario, por un lado, diferenciar la política de la economía, reconociendo la lógica de cada una de ellas. La política se define y adquiere sustancia propia en la lucha por el poder del Estado (el monopolio de la ley y de la coerción) para crear un orden legítimo. La economía capitalista se caracteriza, en cambio, por la búsqueda de creación de la riqueza a través de la inversión, la producción, la acumulación y la distribución. Pero diferenciar no es separar sosteniendo que una nada tiene que ver con la otra. La diferenciación permite establecer una mejor relación entre ellas. No hay economía capitalista sin política ni política sin economía. No basta la racionalidad del mercado para que este se imponga. Necesita la racionalidad del poder. En palabras del joven Hegel (refiriéndose a la relación entre la libertad y el Estado), no basta el poder de la razón: se requiere también la razón del poder. Eso hace que la libertad se desarrolle dentro de la ley. Sugiero, por otro lado, establecer la relación de la economía con la política en tres momentos del modelo neoliberal: la instauración, la consolidación (o funcionamiento para quitarle todo sentido teleológico) y la crisis. Jaime de Althaus sostiene que el modelo económico es tan racional que no necesita de la política (menos aún de la fuerza) para instalarse ni para funcionar. El neoliberalismo es un modelo descentralizado (las provincias crecen más que Lima), diversificado (crece en diversos sectores), reductor de las brechas regionales y sociales (disminuye la pobreza), eslabonado (con articulaciones entre diversos sectores de la economía, incluidas la minería y la agricultura), generador de mucho valor agregado y de trabajo, tecnológicamente innovador, estimulador del desarrollo de una nueva industria desprotegida y exportadora, democratizador del crédito y estable (sin inflación). Todo esto se ha logrado gracias a que se desmontó la anterior economía mercantilista del populismo y en su lugar se ha instaurado una economía autorregulada del mercado. Sostiene asimismo que estos cambios económicos han dado lugar al surgimiento de nuevos sectores empresariales, de clases medias emergentes, de una nueva clase trabajadora con derechos (en las antiguas cooperativas agrarias) y de menos pobres. A De Althaus le parece irracional oponerse a este modelo. Es increíble, exclama, que haya gente que se oponga. Supone que, por ser racional, el modelo debe ser consensual, olvidando que el supuesto consenso (inexistente por cierto) es también un tipo de política. En un próximo artículo discutiré detenidamente lo que Guillermo Rochabrún ha llamado el núcleo racional de la argumentación de Jaime. Por ahora quiero decir al paso que me gustaría vivir en el paraíso que describe y concentrarme más bien en la relación economía y política sólo en el momento de la instauración del neoliberalismo. ¿Acaso el desmontaje de la economía rentista pre-1992 y la instauración de una economía de mercado hubieran sido posibles sólo por la fuerza de la razón de ésta sin el requerimiento de ciertas condiciones políticas, entre ellas una aplastante correlación de fuerzas a su favor? Para entendernos mejor, la pregunta clave que hay que formularse al respecto es: ¿por qué Belaúnde y Ulloa, a diferencia de Fujimori y Boloña, no pudieron realizar (en el segundo gobierno de FBT) el proyecto neoliberal que compartían? La respuesta es obvia. Los tigres (Belaúnde y Ulloa) no tuvieron las mismas condiciones políticas favorables con las que contaron los tigrillos (Fujimori y Boloña). Estos encontraron que el Perú era una pampa (sin opositores) en donde podían instalar incluso un capitalismo sin derechos (salvaje).
Los dos Perú de siempre
Vie, 16/10/2009 - 19:30
Por: Sinesio López
Jaime de Althaus confunde su biografía con la historia del Perú. Cree que la historia del capitalismo en el país comienza con él (y con Fujimori). Piensa que el modelo neoliberal es la única revolución capitalista y que las anteriores formas de desarrollo capitalista (el modelo oligárquico-exportador y la industrialización sustitutiva de importaciones) no eran tales sino que eran economías rentistas. De Althaus ve solo las rupturas, pero es ciego ante las continuidades del pasado. Ciertamente hubo un cambio en la estructura de la propiedad, en el establecimiento de una economía de mercado y en el descentramiento del Estado, pero hubo también continuidades importantes: “El nuevo modelo se construyó sobre la estructura estatal anterior, es decir, las inversiones vinieron principalmente atraídas por las privatizaciones de las empresas estatales que estaban ubicadas en los sectores primarios (minas, agricultura) y de servicios (energía bancos, telecomunicaciones, hoteles, etc.), este fue un cambio en la propiedad y la gestión y continuidad en los sectores” (Gonzales de Olarte, 2008). Como el modelo oligárquico-exportador, el neoliberalismo peruano es también un capitalismo inducido por la demanda externa de materias primas de China, de Europa y de EEUU. Sus impulsos vienen de afuera y su dinámica y su crisis dependen de afuera. Por esa razón Efraín Gonzales de Olarte caracteriza al neoliberalismo peruano como un modelo primario exportador y de servicios (Peser). Junto a las minas y a los servicios se ha desarrollado, es cierto, un sector industrial articulado a la agroexportación y a los servicios. Salvo este último sector, el neoliberalismo despliega una producción basada en una alta intensidad de capital y en poca absorción de mano de obra. Su eslabonamiento a otros sectores de la economía es muy débil, lo que reduce su efecto multiplicador en la producción y en el mercado. Además, el neoliberalismo ha fragmentado el mundo del trabajo y ha destruido su capacidad de acción colectiva diferenciando a los trabajadores en planilla de los contratados, los services, etc. En el sector minero, por ejemplo, solo el 30% está en planilla y el 70% es mano de obra volátil y sin derechos: no tienen seguro, ni vacaciones, ni jubilación. El neoliberalismo es un modelo de desarrollo centrado en la costa, en Lima y en muy pocos oasis de otras regiones: “En 1940 Lima tenía 645 mil habitantes y representaba el 10% de la población del Perú. Hoy en día concentra unos 8 millones de personas, es decir, 30% de la población y alrededor de la mitad del PBI. El ingreso familiar per capita equivale a 3.7 veces el de Ayacucho. El problema es doble. Por un lado, estas brechas de ingreso son muy grandes y, por el otro, el diferencial no tiende a cerrarse” (Economía y Sociedad, 72, septiembre 2009). La costa crece, se desarrolla, se diversifica, distribuye empleos e ingresos, reduce la pobreza, pero la sierra y la selva permanecen estancadas. La costa está articulada por el mercado mientras la sierra busca integrarse a través de la demanda de nación y de más Estado. Mientras la pobreza se ha reducido de 36.1% en 2004 a 25.7% en 2007 en la costa, ella solo se ha reducido de 64.7% al 60.1% en la sierra en el mismo período (Francke, 2009). La desigualdad, en cambio, sigue victoriosa. Pese a que el Perú ha tenido en estos últimos 7 años altas tasas de crecimiento, el alto nivel de desigualdad casi no se ha movido. El neoliberalismo es asimismo poco distributivo. Pese a que el crecimiento del PBI y la rentabilidad promedio de las empresas han crecido significativamente los sueldos y salarios no han mejorado. La participación del trabajo en el PBI ha bajado de 25% en el 2002 a 21.9% en el 2007. La distribución del ingreso presenta cifras de escándalo: el sueldo promedio del sector A es 20 veces más que el salario promedio del sector E. (Campodónico. 2009).
La polémica Althaus- López
Dom, 18/10/2009 - 20:54
Por Martín Tanaka
No debería pasar inadvertida la polémica que sostienen Jaime de Althaus y Sinesio López desde sus columnas en El Comercio y La República, respectivamente. Un buen debate presenta evidencias y razones que permiten sustentar mejor y descartar los malos argumentos de las posiciones en pugna, con lo cual todos ganamos. En un mal debate la discusión se personaliza, se cae en la satanización del contrincante (en vez de sacar provecho de sus mejores argumentos), se recurre a razonamientos falaces y efectistas, todo lo cual termina reforzando nuestros prejuicios y empobreciéndonos. Por ello me parece importante saludar la disposición de ambos a debatir como lo están haciendo. Según López, viviríamos un capitalismo “salvaje”, un neoliberalismo carente de legitimidad, “impresentable”; a lo más podrían reconocerse algunos logros, pero muy parciales y poco significativos. Por esta razón, necesitaría imponerse por la fuerza: recurrir a la represión y a mecanismos de presión constante sobre sectores críticos. García encarnaría la defensa de un modelo “herido de muerte”. Por su lado Althaus resalta los buenos resultados de las reformas orientadas al mercado: la economía se habría diversificado y articulado, descentralizando e integrando al país, creando una nueva clase media emergente, reduciendo nuestras distancias sociales. Y si es que no se ha logrado más sería por culpa de la herencia del modelo anterior y de la inacción del Estado. El debate tiene muchos ángulos, resalto tres que me parecen importantes. Primero: sobre el carácter represivo del actual gobierno, que sería elemento necesario para el funcionamiento de la economía. Es un argumento difícil de sostener. La sensación que proyecta el gobierno más bien es de desorden, y en medio de eso parece más bien concesivo ante las presiones sociales. Y la continuidad del modelo económico, antes que depender de la capacidad de represión, parece depender mucho más de la recuperación de la economía mundial. Segundo: ¿es “salvaje” nuestro modelo económico? Suena exagerado; como también el entusiasmo frente a sus logros, todavía modestos. La situación es ambigua porque somos muy vulnerables a crisis externas, como toda la región, y algunas tendencias positivas que podrían prosperar quedan truncas. En todo caso, me parece más productivo preguntarse qué cambió en el país en los últimos 15 años, antes que fijarnos solamente en las continuidades. Diría incluso que la persistencia de nuestros problemas tiene una dinámica y sentidos diferentes a décadas anteriores. Tercero: aparentemente, Althaus y López coinciden en la necesidad de un “capitalismo democrático”; el primero para consolidar una “revolución capitalista”, el segundo como transición a un “socialismo democrático”. Sugiero que la discusión siga preguntándonos qué reformas y cambios son necesarios en el país. A ver si así les damos una mano a los candidatos de las próximas elecciones
JULIO COTLER COMENTA EL LIBRO DE JAIME DE ALTHAUS
domingo, 18 de octubre de 2009
DEBATE SOBRE ECONOMIA Y POLITICA
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